Alejandro Ruiz
27 nov 2024
"Cuando me amé de verdad, comprendí que, en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta y en el momento exacto y entonces, pude relajarme. Hoy sé que tiene un nombre... ¡Autoestima!" (Charles Chaplin)
LA VISIÓN DEL CITADINO.
Es común escuchar en la ciudad que nuestro destino lo decidimos nosotros, toda vez que basta con estudiar, salir del nivel bachillerato e ingresar a una universidad o escuela técnica para que, al egresar, tengamos los conocimientos necesarios para desempeñar una profesión y obtener un trabajo o integrarnos a un centro donde podamos ofertar nuestros servicios. Sin duda que la remuneración, será segura cuando cualquiera se emplea y un poco más aleatoria cuando de conseguir clientes y generar honorarios se trata; quedando en el entendido que esto también resulta aplicable cuando de oficios se trata, aunque quizás con un poco más de premura en el tiempo al iniciar el desempeñar las actividades. De tal manera que con la cultura del esfuerzo nos percatamos que en promedio los estudiantes preparados inician después de los veinte años y los que realizan oficios a partir de los dieciséis años; lo cual, sin duda es un presagio de que durante su vida productiva desarrollarán diversas actividades que les permitirán ascender, no sólo en el aspecto de su calificación profesional o laboral sino en la generación de riqueza que les llevará al nivel de vida que se planteen, entendiendo que su éxito dependerá de sus actitudes, aptitudes y acciones. Esto que se lee tan interesante y que obviamos pensando que es para todos, resulta que no lo es. ¿Alguna vez has pensado en los trabajadores del campo?
LAS DIFERENCIAS QUE PESAN.
Durante años, por múltiples cuestiones, he tenido la oportunidad de platicar con niños y jóvenes de fuera de las ciudades y más enfocados en la vida campirana. Amén de las diferencias, siempre me señalan, con palabras que van desde el fastidio hasta el orgullo, que les gustaría hacer más común su vida, toda vez que saben que lo normal en la ciudad es despertar, hacer la limpieza, desayunar, trasladarse a la escuela y al salir de ella, regresar a comer a casa, hacer tareas y al concluir, entretenerse, para cenar, dormir y así vivir por cinco días, con las ocupaciones familiares, escolares y de amistades que se tengan para el fin de semana. En cambio, ellos me comentan que la vida en el campo tiene otras prioridades; en virtud de que si bien, es cierto que hay que destacar la escuela y la convivencia en casa, no resulta menos importante las actividades agrícolas o ganaderas que les son necesarias para mantener su sobrevivencia o negocio familiar. Es decir, a la rutina del citadino, habrá que agregar la jornada de trabajo que se requiere para proveer de insumos a su núcleo. “Primero es lo primero” y esto que puede resultar obvio, se maximiza con ellos porque nadie le resta importancia a la preparación, pero no pueden dejar sin comer a sus animales que les proveerán de comer ni cuidar los cultivos que, además de alimentarlos, les servirán para generar riqueza. Ni hablar de las sequías o enfermedades que rompe el equilibrio en casa y los hace que, desde etapas tempranas, los lleven a maximizar sus recursos y aprovechar las oportunidades que se les presenten. Si bien, esto puede resultar agotador, lo cierto es que los lleva a “curtirse en la faena” y asumir más responsabilidades de las comunes. No se trata de suerte, son circunstancias que se dan y no hay elección en principio para ellas; no obstante, siempre será digno de reconocer el esfuerzo. Quizás muchos lo vean como castigo y busquen la ocasión para zafarse de ello en aras de una normalidad; sin embargo, las cosas están dadas … ¿qué harías para que todos le demos el justo valor a la vida del campo? y, obviamente, ¿apoyar a los jóvenes que están ahí?
¿Y PARA ESO TRABAJO?
Es común que cuando escuchamos a los productores que nos dicen “te vendo mi fruta, mis vegetales o mis animales”, inmediatamente venga a nosotros la idea de regatear el precio, pues sabemos que siempre podremos obtener una disminución atendiendo a su situación o necesidad. Lo mismo podemos apreciar en la artesanía. Con ello, nos percatamos que estamos acostumbrados a baratear todo aquello que nos presentan en lugares distintos a los establecimientos; lo cual, también muestra un desprecio por el trabajo de estas personas. Curiosamente, usualmente estas personas cuando visitan otros países como turistas, no actúan de esta manera; es decir, en sitios ajenos demuestran más clase o sensatez que dista mucho de su actuar diario. Y ante tales prácticas y, sobre todo, la diferenciación con las actividades de las ciudades, resulta lógico que los habitantes del campo, que estén en comunidades, ejidos o simplemente, a la lejanía, tengan anhelos de crecimiento para su vida personal y profesional, buscando espacios de desarrollo en las urbes y también, en ocasiones, repudiando la realidad que les ha tocado vivir. A través de muchos diálogos que he tenido en mi vida con ellos y si bien, muchos aceptan su entorno, hay quienes buscan salir como sea de éste; escapando a lugares que les permitan su crecimiento y les ofrezcan una normalidad con el mundo que a través de los medios de comunicación se exacerba. ¿Te has puesto a pensar en ello?, ¿de qué manera generarías mayor valor al trabajo del campo y de los artesanos?
¡MITOS Y REALIDADES!
Cada vez que inician las campañas políticas, se habla de economía social o solidaria o tercer sector, para referirse a la generación de riqueza que se produce en el campo y los trabajos vinculados. Se hablan de apoyos, temporadas, siembra y de que son indispensables para la grandeza del país, entre miles de palabras para fortalecer este sector; sin embargo, los dichos no corresponden a los hechos. Una vez que se conocen los resultados de las elecciones, vuelven a ocupar un sitio secundario que a menudo se convierte en olvido. Si enumeráramos las veces en que las personas del campo han sido parte de los discursos de campaña contra las decepciones que les ha generado su olvido en la vida nacional, entenderíamos el valor real que tienen para la política nacional. Los miembros de estas comunidades buscan subsistir maximizando los beneficios económicos de sus labores, trabajando para entregar insumos a empresas o colaborando con asociaciones con fines de carácter social. Además de las leyes que hay que observar y las dependencias públicas que los regulan, su actuación esta también vinculada a la de su comunidad, atendiendo a principios de solidaridad, confianza, cooperación, trabajo y bienestar colectivo. Es tal el compromiso que se tiene que no sólo deben atender para sí, sino su prioridad esta en el todos; de ahí que los reclamos de apoyo siempre sean en conjunto. A veces considero que el pensamiento de los servidores públicos debería evolucionar y no pensar en ellos como un número o un voto, si no que deberían de darles el justo valor y entender que ellos son esenciales para alimentar al país. Ni limosnas ni obsequios, lo que deberán realmente crear, son condiciones para su desarrollo humano con posibilidades de competir en un mundo globalizado. Quizás sea un lujo pretender que haya espectáculos cercanos a sus hogares; pero es básico entender que el agua, la luz, el gas y demás insumos son necesarios para la calidad de vida y garantizarlos, es su obligación. ¿Cómo hacer para que quienes son responsables de un país no olviden a quienes los apoyaron desde las ciudades y más aún, desde sus comunidades?
Y ENTONCES … ¿QUÉ HAGO?
Alguna vez me comentaban en provincia que los campesinos no buscan empatía con los citadinos, únicamente pretenden empatía con su situación. En ese contexto, se hace necesario que entendamos que el país es uno sólo y como tal, requerimos unidad entre todos los mexicanos. Las diferencias generan desigualdades económicas, políticas y sociales y nadie merece vivir en un mundo precario sólo por las circunstancias en que nacieron. Se hablan de acciones en pro de sectores vulnerables, pero no se considera que el no contar con recursos básicos para una vida en suficiencia es también ser parte de ellos. Hay quien menciona que la verdadera solución de un pueblo está en la educación de su gente; no obstante, nos damos cuenta de que quienes son los instructores están distraídos en otros tópicos y que las autoridades prefieren verlos como clientes de sus programas con miras a utilizarlos para sus fines. Las metas individuales que debieran ser compatibles con el sentido patriótico y la idea unánime de nación, se vuelven contrarias a lo común y dan paso al egoísmo absoluto y a la acumulación de riqueza sin importar su procedencia. Muchos podrán ver esta descomposición social como una amenaza para el país; otros, por el contrario, como la oportunidad de depurar los yerros y consolidar las fortalezas. ¿CÓMO LO VES TÚ?, ¿QUÉ HARÁS TÚ POR TU PAÍS?
Posdata: Agradezco a la Cámara Nacional de la Industria de Transformación la entrega de este Reconocimiento como parte del Foro “Corresponsabilidad Ambiental”.
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