Por José Juan Conejo Pichardo
28 abr 2025
Geopilítica-Geoecónomia
La guerra arancelaria entre Estados Unidos y China ha dejado de ser una simple disputa económica para convertirse en un sismo geopolítico que ya está transformando el mapa productivo mundial. El reciente cierre temporal de Dongguan Dehong Electrical Appliances Co. Ltd., una manufacturera con 18 años de historia exportadora, es la señal inequívoca de que la poderosa maquinaria industrial china comienza a desmoronarse en silencio.
Con sede en Guangdong, una de las principales regiones exportadoras del país, Dongguan Dehong notificó a sus empleados una suspensión de labores debido a la caída abrupta de pedidos y al aumento de aranceles estadounidenses. Durante un mes, la fábrica permanecerá semiinactiva: los trabajadores cobrarán un salario base, pero muchos ya contemplan renunciar ante la incertidumbre. Lo que sucede en Dongguan se replica en otras ciudades industriales como Suzhou y Yiwu, donde las empresas se ven forzadas a detener operaciones indefinidamente.
Según el economista estadounidense Davy J. Wong, este fenómeno no es un evento aislado: representa el inicio de un declive estructural de la manufactura exportadora china. Dongguan, que alguna vez simbolizó el auge de los fabricantes de equipos originales (OEM) del país, ahora muestra síntomas de un modelo agotado: empresas atrapadas en una "semimuerte" operativa, que no cierran formalmente para evitar reflejar el colapso en las estadísticas oficiales, pero que han dejado de funcionar de facto.
La situación es aún más alarmante porque esta caída es silenciosa y progresiva. Sin grandes anuncios de quiebra ni explosiones visibles, el tejido económico real de China se deteriora día a día. Y en la sombra de esta contracción, se gestan transformaciones profundas en el tablero geopolítico.
El nuevo orden de la cadena de suministro
Estados Unidos no busca simplemente modificar las tarifas: busca reordenar las cadenas globales de suministro basadas en "valores universales, creencias comunes y sistemas jurídicos compatibles". Bajo esta visión, quien no cumpla estas nuevas reglas será marginado del comercio internacional estratégico.
Si China logra adaptarse, podría encontrar un lugar en este nuevo sistema. Pero si persiste en su modelo autoritario, la guerra arancelaria podría ser solo el primer capítulo de su aislamiento progresivo.
A esta presión económica se suma el riesgo de que China recurra a contramedidas no económicas. Según expertos como Sun Kuo-hsiang, profesor de Asuntos Internacionales, el régimen podría intensificar su presencia militar, tecnológica o diplomática para responder a la presión estadounidense, generando tensiones aún más graves que afectarán el equilibrio mundial.
La resistencia interna de China: ¿sostenible?
Pese a los golpes, el régimen de Beijing no caerá de inmediato. China aún mantiene tres líneas de resistencia:
El sector inmobiliario, aunque en crisis, sigue generando algo de flujo de efectivo.
La deuda pública, continuamente extendida a futuro, aunque cada vez más insostenible.
La diversificación comercial, con un giro hacia mercados asiáticos, africanos y europeos menos dependientes de Estados Unidos.
Sin embargo, el problema principal no es externo, sino interno: la economía china se enfrenta a un agotamiento estructural. Su falta de innovación, su rigidez política y su dependencia de modelos económicos caducos amenazan con hacer irreversible su declive.
Europa podría ofrecer un respiro temporal a China para evitar la hegemonía absoluta de Estados Unidos, pero incluso este margen de maniobra es frágil. El mundo presencia así el inicio de una reconfiguración histórica, donde el poder industrial y comercial de China ya no será el mismo.
El "semiletargo" de su industria no solo implica una desaceleración: es el preámbulo de una transformación global que determinará las próximas décadas de la geopolítica internacional.
