

José Juan Conejo Pichardo
12 may 2025
Geopolítica-El Poder Económico
En medio de crecientes tensiones globales, las dos mayores potencias del planeta—Estados Unidos y China—retomaron negociaciones clave en Ginebra con el objetivo de desactivar una guerra comercial que amenaza con redibujar el equilibrio geopolítico global.
Este segundo día de conversaciones marca un punto de inflexión. Tras meses de imposición mutua de aranceles extremos que han sacudido los mercados, ambos países buscan una salida diplomática que evite mayores daños económicos y preserve su influencia estratégica en el tablero internacional.
Desde su plataforma Truth Social, el presidente Donald Trump aseguró que se han logrado “grandes avances” y que existe la posibilidad de un “reinicio total” en la relación bilateral. Aunque no se ofrecieron detalles, el mensaje envía una señal al mundo: Estados Unidos está dispuesto a renegociar su rol en la economía global, pero bajo sus propios términos.
Por su parte, Beijing ha guardado silencio oficial, pero su agencia estatal Xinhua dejó claro que China no aceptará ninguna propuesta que socave la “equidad global”. Detrás de esa frase se esconde un mensaje firme: el gigante asiático no cederá a presiones que afecten su soberanía comercial y política.
Ambas delegaciones se han reunido a puerta cerrada en la residencia del embajador suizo ante la ONU. La discreción del entorno resalta lo delicado de los temas en discusión. Lo que está en juego no son solo acuerdos de exportación e importación, sino la redefinición del liderazgo económico global.
Los mercados internacionales observan con cautela. Algunos cargueros provenientes de China permanecen varados en puertos estadounidenses a la espera de decisiones sobre aranceles. La incertidumbre mantiene en vilo a empresarios, gobiernos y analistas financieros en todo el mundo.
Estas negociaciones no son un simple capítulo comercial. Representan una lucha por el poder económico en un contexto de rivalidades estratégicas. China apuesta por consolidarse como una alternativa al liderazgo estadounidense, mientras Washington intenta contener esa expansión sin comprometer su influencia.
“Estamos liderando el camino para lograr un Estados Unidos más fuerte y próspero”, declaró el asesor económico Bessent, en un comunicado previo a las conversaciones. “Nuestro objetivo es reequilibrar el sistema económico internacional para servir mejor a los intereses de Estados Unidos”.
La palabra “reequilibrar” no es casual. Se trata de una visión en la que EE.UU. no solo busca ventajas comerciales, sino también imponer nuevas reglas del juego que frenen la hegemonía tecnológica e industrial china. En paralelo, China responde con una estrategia de resistencia, presentándose como defensora del multilateralismo y del comercio justo.
El desenlace de este diálogo puede marcar el rumbo de la próxima década. Si fracasan, el mundo podría adentrarse en una era de bloques económicos cerrados y tensiones permanentes. Si logran un acuerdo, será una redefinición del pacto de poder entre dos titanes que, en lugar de destruirse, podrían optar por coexistir en una nueva arquitectura económica.
En el fondo, esta no es solo una negociación comercial. Es un pulso por el futuro del orden mundial.