

Joseé Juan Conejo Pichardo
23 jun 2025
Análisis Geopolítico
Washington, D.C. — La noche del 21 de junio de 2025 podría marcar el inicio de una nueva era de confrontación global. El presidente Donald Trump, en un discurso televisado desde la Casa Blanca, confirmó que fuerzas estadounidenses llevaron a cabo una ofensiva directa contra las instalaciones nucleares iraníes de Fordow, Natanz e Isfahán. Rodeado por su vicepresidente JD Vance, el secretario de Estado Marco Rubio y el secretario de Defensa Pete Hegseth, Trump advirtió con firmeza: “Si Irán no pacta la paz, los próximos ataques serán mucho mayores y más fáciles.”
Las palabras del mandatario no fueron retórica vacía. El ataque conjunto entre bombarderos B-2 y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos marcó el mayor golpe directo estadounidense al programa nuclear iraní en décadas. La instalación de Fordow, enclavada bajo tierra en una zona montañosa, fue el blanco de bombas antibúnker de 30 mil libras: un mensaje demoledor de fuerza.
La guerra en dos frentes: Tel Aviv y Washington sincronizados
Este ataque estadounidense no ocurrió en el vacío. Siete días antes, el 13 de junio, Israel lanzó por sorpresa su propia operación militar contra instalaciones iraníes. El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó entonces que su país “ya no podía esperar” a que la diplomacia contuviera la amenaza nuclear iraní. Esta intervención israelí provocó el retiro inmediato de Irán de la sexta ronda de negociaciones nucleares con Estados Unidos, lo que puso fin, al menos temporalmente, a la vía diplomática.
Trump, al respaldar a Israel con un ataque más profundo y sofisticado, ha dejado claro que Estados Unidos ya no está dispuesto a tolerar ambigüedades. El mensaje fue doble: hacia Irán, y también hacia el resto del mundo. Washington ha retomado una política de disuasión agresiva, marcando un retorno a una visión unipolar del poder.
La respuesta iraní: drones, misiles… y promesas de venganza
Hasta el momento, Irán ha respondido con ataques balísticos y oleadas de drones suicidas contra territorio israelí. Algunos han conseguido atravesar el sofisticado escudo defensivo de Israel, causando víctimas civiles y daños materiales. Sin embargo, tras el ataque estadounidense, Teherán ha escalado su retórica, acusando a EE. UU. de violar flagrantemente el derecho internacional.
La Organización de Energía Atómica de Irán declaró que “los bombardeos no detendrán el desarrollo nuclear iraní”, lo que anticipa una posible nueva ronda de represalias, ya no sólo contra Israel, sino directamente contra intereses estadounidenses en la región.
Trump y Netanyahu: un nuevo eje de poder militar
La ofensiva ha sido interpretada por analistas internacionales como una clara reconfiguración de alianzas estratégicas. Netanyahu no tardó en agradecer públicamente a Trump, afirmando que su “liderazgo ha creado un punto de inflexión histórico”. Esta cooperación directa no sólo fortalece el vínculo Washington-Tel Aviv, sino que plantea una advertencia implícita a otras potencias con intereses en Oriente Medio: China, Rusia y Turquía.
El contexto electoral estadounidense también es relevante. A pocos meses de las elecciones de noviembre, Trump busca consolidar su imagen como líder fuerte y decidido. Su retórica no deja lugar a ambigüedades: o hay paz bajo los términos estadounidenses, o habrá guerra.
Análisis geopolítico: ¿una guerra inevitable o un teatro estratégico?.
Este ataque no es solamente un acto militar: es una declaración geoestratégica. Irán, pieza clave del eje chiíta y socio político de Rusia y China, se encuentra ahora bajo una doble presión. Por un lado, su aparato nuclear ha sido gravemente golpeado. Por otro, enfrenta el dilema de cómo responder sin provocar una guerra total.
Desde Moscú y Pekín, las reacciones han sido moderadas pero cargadas de advertencias. Si Irán opta por represalias mayores, podría forzar a Rusia y China a intervenir de manera más directa, lo que transformaría un conflicto regional en uno de escala global.
Asimismo, Europa observa con preocupación. Aunque el Reino Unido ha expresado su apoyo a la ofensiva, Alemania y Francia han condenado el ataque por considerarlo una “acción unilateral desestabilizadora”.
Este episodio también tiene implicaciones para América Latina. Países como Venezuela, Cuba o Nicaragua —con estrechos lazos con Irán— podrían aprovechar el conflicto para fortalecer su discurso antiestadounidense. El conflicto también amenaza con alterar los mercados energéticos globales, encareciendo el precio del petróleo y el gas, lo que impactaría directamente en economías emergentes.
¿el principio del fin o el fin del principio?
Trump ha optado por el poder duro. Ha desactivado parcialmente el programa nuclear iraní, pero también ha destruido la posibilidad inmediata de una solución diplomática. Ahora el mundo entero espera la respuesta de Irán. Si la paz no llega, las consecuencias podrían ser devastadoras.
La pregunta que flota en el aire no es si estamos al borde de una guerra, sino si ya hemos cruzado el umbral sin darnos cuenta.