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Política y Gobierno

José Juan Conejo Pichardo

14 abr 2025

Las tensiones al interior de Morena se han vuelto evidentes a través de desacuerdos legislativos

Campañas adelantadas y desafíos a la autoridad de Claudia Sheinbaum. Aunque el discurso oficial insiste en la unidad, la realidad muestra un partido cada vez más fragmentado, en el que los intereses personales parecen imponerse sobre el proyecto de transformación nacional.


Roberto Vizcaíno subraya una creciente falta de cohesión entre los legisladores oficialistas, quienes ahora muestran una notoria indiferencia frente a los llamados internos del partido, contrastando con la disciplina mostrada durante la era de Andrés Manuel López Obrador. El liderazgo de figuras como Adán Augusto López y Ricardo Monreal, lejos de generar orden, ha profundizado la pugna interna. Ambos son señalados por bloquear o retrasar proyectos clave impulsados por Sheinbaum, evidenciando una disputa de poder que debilita la operación legislativa.


Un caso paradigmático de esta desobediencia es el de la senadora Andrea Chávez, quien continúa promoviendo su imagen pública a pesar de las directrices éticas emitidas por Sheinbaum. Este acto, más allá de lo simbólico, revela una fractura entre el liderazgo presidencial y la base política del partido.


Salvador Camarena añade que Morena actúa como un partido que no encuentra su brújula, esperando instrucciones presidenciales incluso en temas previamente regulados. Mientras tanto, Miguel Ángel Velázquez denuncia la pérdida de rumbo político en el Congreso y el divorcio cada vez más notorio entre la Presidencia y los liderazgos legislativos.


En su intento por mantener el control, Claudia Sheinbaum ha emitido llamados a la unidad y exhortaciones éticas a su militancia, apelando al compromiso con la transformación nacional por encima de ambiciones individuales. Sin embargo, su liderazgo enfrenta un contexto más complejo y menos disciplinado que el de su antecesor, lo cual la obliga a construir autoridad mientras apaga fuegos internos.


Análisis final

Las tensiones dentro de Morena reflejan un choque de tiempos políticos: mientras Claudia Sheinbaum busca consolidar su gobierno y encauzar el proyecto de transformación, múltiples actores dentro del partido ya se encuentran en modo sucesorio. Este desfase ha generado una ruptura funcional entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, donde la ambición y la agenda personal se anteponen al interés colectivo. La fragmentación interna y la falta de liderazgo claro no solo amenazan la eficacia del gobierno, sino también el espíritu fundacional de Morena. La pregunta de fondo ya no es si hay unidad en el partido, sino si la transformación puede sobrevivir a sus propios protagonistas.

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