

José Juan Conejo Pichardo
16 jun 2025
Geopolítica
"México vuelve al escenario de las potencias". La presidenta Claudia Sheinbaum ha confirmado su asistencia a la próxima Cumbre de Líderes del G7, que se celebrará del 15 al 17 de junio en Kananaskis, Alberta (Canadá). Se trata de una jugada política estratégica de alto calibre: por primera vez en décadas, un líder mexicano entra directamente al núcleo duro de las economías más influyentes del planeta.
La invitación personal del primer ministro canadiense, Mark Carney, representa más que cortesía diplomática: es el reconocimiento de México como un actor indispensable en la ecuación internacional, especialmente en el contexto de los retos energéticos, migratorios y climáticos globales. No es un asiento oficial, pero sí un guiño claro a que México tiene algo que decir... y que ya no se quedará al margen.
Sheinbaum no llega sola. Su canciller organiza reuniones bilaterales clave, incluida una altamente probable con el presidente estadounidense Donald Trump, en un momento de máxima tensión migratoria, social y económica. A esto se suma la posibilidad de encuentros con líderes europeos, asiáticos y aliados estratégicos como Zelenski, Modi y Rutte. La agenda mexicana no será decorativa: será decisiva.
México no solo asistirá al G7. México va a negociar. México va a marcar agenda.
Estados Unidos y México: entre la presión y la diplomacia
En paralelo, el contexto bilateral con EE. UU. es tenso. Las redadas migratorias en California, la activación de la Guardia Nacional y el proyecto de ley que busca gravar las remesas con un 3.5 % son señales claras de que el ala dura republicana está en pie de guerra. Frente a ello, Sheinbaum ha respondido con firmeza: “Si es necesario, nos movilizaremos”.
La disputa por el cambio de nombre del Golfo de México a “Golfo de América” en Google Maps encendió aún más la relación. México respondió con una demanda formal contra Google. Sin embargo, en este tablero de confrontación, Trump ha lanzado elogios personales hacia Sheinbaum, llamándola una “mujer maravillosa”. Esto muestra el peculiar equilibrio entre tensión y cooperación que ambos gobiernos mantienen.
Además, el rechazo firme de Sheinbaum a la propuesta de Trump de enviar tropas estadounidenses a México para combatir al narcotráfico ha dejado claro un mensaje de soberanía sin concesiones: “México no está en venta”.
La asistencia de Sheinbaum al G7 no es solo un evento. Es una declaración.
En un momento en que América Latina lucha por reposicionarse ante las nuevas tensiones entre EE. UU., China y Europa, México entra por la puerta grande como puente estratégico entre Norteamérica y el Sur Global. La presencia de líderes de India, Sudáfrica, Indonesia y Brasil confirma una realidad: las potencias tradicionales están reconfigurando alianzas ante un nuevo orden multipolar.
México puede jugar un rol central si articula su política exterior con inteligencia:
Con Estados Unidos, mantiene una relación ambigua: indispensable pero conflictiva. El reto es convertir la cercanía geográfica y económica en un pacto de corresponsabilidad, no de subordinación.
Con Canadá, la relación puede fortalecerse en torno a temas energéticos y ambientales. Carney, tecnócrata progresista y exgobernador del Banco de Inglaterra, ha mostrado interés en una alianza verde con México.
Con la Unión Europea y Asia, Sheinbaum debe posicionar a México como proveedor confiable en energías limpias, minerales críticos y manufactura avanzada, alejándose del paradigma de maquila y dependencia.
La clave del nuevo tablero internacional no está solo en tener voz, sino en tener posición, poder y propuestas.
Y México tiene todo eso… si lo articula con visión.
La cumbre del G7 será la primera gran prueba del liderazgo global de Claudia Sheinbaum. No será fácil, pero si logra trazar alianzas sólidas, resistir las presiones de Washington, y mostrar firmeza sin arrogancia, México podría consolidarse como un actor bisagra entre bloques, agendas y regiones. El futuro está sobre la mesa, y por primera vez en mucho tiempo, México también.